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LA ANSIEDAD JUVENIL

Las principales consultas realizadas por adolescentes y jóvenes fueron la ansiedad pero, además, los síntomas depresivos, el consumos de drogas o las relaciones de pareja.

El 52% de las consultas realizadas por jóvenes de entre 15 y 29 años al Servicio de Información y Orientación Joven de la FAD (SIOF Joven) fueron motivadas por problemas de ansiedad. El SIOF Joven, un servicio de la Fundación FAD Juventud que cuenta con el apoyo de la Fundación Konecta, se puso en marcha en marzo de 2020 para ofrecer apoyo emocional y social, así como acompañamiento en los momentos complicados derivados de las consecuencias negativas de la pandemia donde se detectaron elevados niveles de estrés y ansiedad.

Durante el pasado año, el servicio continuó atendiendo problemas de salud mental de la juventud y recibió medio millar de consultas motivadas fundamentalmente por problemas de ansiedad (52%), síntomas depresivos (15,1%) , consumos de drogas (15,1%), relaciones de pareja (5,7%), problemas con la imagen corporal (3,5%), toma de decisiones relacionadas con los estudios, trabajo o pareja (3,3%), conductas sexuales de riesgo (1,4%) o diversidad sexual (0,8%), entre otros temas.

De hecho, según datos de estudios del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, alrededor de la mitad de jóvenes cree haber tenido algún tipo de problema psicológico a lo largo de su vida, y de manera recurrente lo afirman 1 de cada 4. Esta percepción de problemas es más alta entre las chicas, y es superior en los grupos de mayor edad. También es muy relevante que un 40% declara no haber recurrido a apoyo especializado, y una proporción similar tampoco lo ha compartido con nadie de su entorno. Formalmente, entre quienes cuentan con un diagnóstico, los problemas más frecuentes son la depresión y la ansiedad.

Desde este servicio se pretende precisamente informar, orientar y dar apoyo a adolescentes y jóvenes que se encuentran en una situación de malestar psicológico y social y necesitan apoyo. De hecho, el apoyo emocional es la respuesta más frecuente dada por las profesionales que atienden el SIOF Joven aunque desde el servicio también se prestan orientación y pautas en manejo de los síntomas de la ansiedad o depresivos, pautas de comunicación, resolución de conflictos, así como información sobre recursos asistenciales disponibles.

El canal más utilizado para realizar las consultas ha sido WhatsApp (73%), después el teléfono (20%), la videollamada (5%) y por último el correo electrónico (2%).

 

Breve historia de la «ansiedad»

Hay indicios de que la ansiedad fue identificada claramente como un efecto negativo distinto y como un trastorno separado por los filósofos y médicos grecorromanos. Ya Hipócrates (460 a.C.-370 a.C.) y sus discípulos dejaron una colección de textos médicos denominados el Corpus Hipocrático en donde se recoge la fobia de un hombre llamado Nicanor, el cual, al acudir a fiestas nocturnas, cuando escuchaba a la flautista «se alzaban masas de terrores. Dijo que apenas podía soportarlo cuando era de noche, pero si lo escuchaba durante el día no se veía afectado. Tales síntomas persistieron durante un largo período de tiempo «.

En las Disputas de Tusculan, la serie de cinco libros escritos por Cicerón (106 a.C-43 a.C), escribió que la aflicción (molestia), la preocupación (sollicitudo) y la ansiedad (angor) se denominan trastornos (aegritudo), debido a la analogía entre una mente con problemas y un cuerpo enfermo. Además, ofrece una descripción clínica de los diversos efectos anormales: el angor (ansiedad) se caracteriza clínicamente como un trastorno «constrictor» u opresivo (premens); mientras que la molestia (aflicción) se describe como permanente, y sollicitudo (preocupación) cum cogitatione (como rumiante).

Es Morel quien, en 1866, inaugura la historia moderna de lo que hoy conocemos como ansiedad con su artículo «Sobre el delirio emotivo, neurosis del sistema nervioso ganglionar visceral«. A pesar de que no emplea nunca el término ansiedad, Morel recoge en un mismo cuadro los estados en los que se puede reconocer tanto el trastorno de ansiedad generalizada como las crisis de pánico, las obsesiones y las fobias. A su juicio, todo ello revelaba una perturbación de la «emotividad« y, puesto que él consideraba que ésta tenía como soporte fisiológico el «sistema nervioso ganglionar visceral« (nuestro sistema nervioso autónomo), lo atribuía a un trastorno funcional de éste, a una neurosis específica.

En 1895 Sigmund Freud se interesó por el estudio de la histeria y, más en general, de las neurosis, emprendiendo la clasificación de la neurastenia. Las aportaciones de Freud fueron fundamentales, para la descripción y clasificación de los límites del grupo de las neurosis, en el que se incluyeron cinco entidades distintas, la histeria, la hipocondría, y las neurosis de angustia, fóbica y obsesiva.

finales de los años sesenta, se empieza a concebir la ansiedad como un término que se refiere a un patrón de conducta caracterizado por sentimientos subjetivos de tensión y activación fisiológica, y que se da como respuesta a estímulos internos (pensamientos) y externos (ambientales). Se va perfilando, por tanto, como un constructo multidimensional compuesto por tres componentes (comportamientos, pensamientos y síntomas fisiológicos), los cuales interactúan entre sí.

Desde el Manual diagnóstico de 1980 hasta el actual, el DSM-V, no ha habido grandes cambios en cuanto a los trastornos de ansiedad, dado que la perspectiva es similar: estructurar los trastornos por categorías basándose principalmente en los síntomas y, ocasionalmente y de forma secundaria, por los posibles factores que los generan o causan. Pese a ello, la investigación continúa para generar una clasificación que no se base únicamente en criterios objetivos de los síntomas predominantes, y poder en un futuro establecer una clasificación en la que se tengan en cuenta desde factores genéticos hasta el papel que juegan los factores ambientales y sociales; una clasificación biopsicosocial que combine aproximaciones diferentes.

Conclusión

Sin lugar a dudas la pandemia, ha hecho estragos entre todos nosotros y posiblemente más entre los jóvenes que han visto como su libertad, su vida, sus costumbres se veían completamente alteradas; tuvieron que aprender una gran lección: «todo no es eterno»; tuvieron que vivir de primera mano la perdida de un ser querido, de amigos, conocidos, etc. Tuvieron que aprender lo que es la realidad más exigente, tuvieron que aprender a ser adultos aún siendo niños. Tuvieron que aprender a sobrevivir. Sin lugar a dudas los factores tanto ambientales como sociales pueden ejercer una influencia muy importante sobre el estado de ánimo y tienen que ser tomados muy en cuenta por los especialistas a la hora de dar su dictamen.

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